Pancho villa 20 de julio de 1923;
reconstruyendo la historia
Juan Martínez Veloz.
Era un viernes aparentemente tranquilo 20 de julio de 1923 en el bello “pueblo ciudad” norteña de Hidalgo del Parral, Chihuahua; un niño llegó gritando al famoso Puente Guanajuato “Acaban de matar a Villa”, después la noticia se daba a conocer por el periódico El Correo de Parral “Pancho Villa ha sido asesinado”.
El Universal y Excélsior en la capital del país hicieron lo mismo es sus ediciones vespertinas. Nuestro querido amigo el Dr. Terán Lira señala que “El Siglo de Torreón” fue el primero que da a conocer la noticia de “La muerte de Villa” en todo el mundo al sacar un extra ese mismo día (Historia de Torreón, Editorial Macondo, Torreón, Coahuila, p. 114).
Parral es una ciudad que se encuentra a 240 kilómetros de la capital Chihuahua (vía corta) y es frontera con el municipio de Villa Ocampo, Durango.
El hecho aconteció entre las 7:50 y 8:10 AM (algunos diarios como Excélsior la registraron a las 8:45 de la mañana en su edición del 21 de julio de 1923).
La noticia se recibió en Canutillo, Durango (donde vivía Villa en ese tiempo) a las 8:10 A.M. vía telegráfica al través del encargado Filogonio Gil Rincón, quien informó después Francisco Gil Piñón “Piñoncito” (hijo adoptivo de Villa) y administrador de la hacienda y a la señora Austreberta Rentaría, la (última esposa de Villa) quienes se conmocionaron al recibir la noticia.
Friedrich Katz (Pancho Villa; ediciones ERA, México, 2003, p. 366) contradice esta versión de Víctor Ceja Reyes (Yo Mate a Villa, Populibros LA PRENSA, México, 1960 p. 40-46) y señala que la noticia llegó a Canutillo 6 horas después, sin embargo la fuente de Ceje Reyes es más directa (entrevista al telegrafista de Canutillo).
Los generales villistas Nicolás Fernández, Lorenzo Avalos y el coronel Ernesto Ríos tomaron providencias en la hacienda y ordenaron un patrullaje ya que la gente de los ranchos aledaños comenzó a juntarse para vengar la muerte de su líder.
La Presidencia de la República estableció contacto con Canutillo para salvaguardar la situación, pero hubo desencuentro sobre la necesidad del envío de tropas federales al lugar por lo que el enfrentamiento entre villistas y el ejército federal parecía inminente. Solo la llegada 3 días después de Hipólito Villa (hermano) tranquilizo la situación.
La hacienda de Canutillo, Durango queda a 74 kilómetros de Parral, Chihuahua. A Francisco Villa le gustaba mucho a esta ciudad que lo acogió de chico después de huir de Durango, incluso llego a decir “Parral me gusta hasta para morir aquí”.
Ese siniestro día del 20 de julio del 23 una combinación de aciertos de los asesinos y errores de Villa lo llevaron a la muerte.
Lo adverso de ese viaje es que el general duranguense no fue acompañado por su gran escolta de 50 Dorados que el gobierno le pagaba, sino solo una mini escolta en la parte trasera y costados de su automóvil que fue sorprendida por la emboscada sin tener capacidad de respuesta suficiente para repeler la agresión.
El Dr. Ramón Puente le echa la culpa de esta situación a su secretario Miguel Trillo (que también murió en la celada) para ahorrarse el pago de la manutención de la tropa y caballos (Villa en Pie; Ed. Castalia, México, 1966).
Los 9 complotistas coordinados por Melitón Lozoya sorprendieron desde unos “cuartuchos” que en esa época a Villa que manejaba un flamante automóvil Dodge Brother modelo 1922 y su miniescolta con un ataque de balas expansivas (rifles automáticos 30-40 y pistolas calibre 45) en la esquina de las calles de Gabino Barreda y Benito Juárez..
En el acto murieron Francisco Villa, Miguel Trillo, Daniel Tamayo, Rosalio Rosales, Rafael Medrano y Claro Hurtado; únicamente salvo la vida Ramón Contreras. De los 9 complotistas solo murió uno (Román Guerra).
Muchos años después del acontecimiento, a partir de la reivindicación oficial de Pancho Villa en 1960 los involucrados en el lamentable acontecimiento empezaron a hablar.
La señora Luz Coral de Villa en su libro (“Pancho Villa en la Intimidad”, Centro Librero La Prensa, Chihuahua, México, 1977, p.p. 253-254), señala como autores intelectuales del asesinato a Plutarco Elías Calles, J. Agustín Castro (gobernador de Durango en ese tiempo), Francisco R. Durazo (jefe del ejército federal en Parral) y a Jesús Herrera (hermano de Maclovio Herrera) y a Gabriel Chávez (líder de los comerciantes de Parral) y libera de responsabilidad del general Álvaro Obregón, entonces presidente de México.
Librado Martínez, uno de los autores materiales del crimen reconoció en 1960 como líder de la operación a Gabriel Chávez y a Plutarco Elías Calles (aunque no preciso circunstancias de tiempo, modo y lugar en relación a como y cuándo participaron estas personas) y señaló que cada uno de los participantes en el magnicidio recibió la cantidad de $300.oo (trescientos pesos) de esa época. (Víctor Ceja Reyes, op. cit. p. 201-222). Ana María López Sánchez testigo del acontecimiento y quien entonces tenía 13 años de edad señala Gabriel Chávez consiguió la casa de donde salieron los disparos (El Siglo de Torreón 9/07/2003).
La opinión de la Sra. Luz tiene cierta lógica. Hacia julio de 1923 ya estaba en marcha la disputa por la sucesión presidencial de 1924. El compacto Grupo Sonorense que detentaba el poder vivía en una lucha interna; Plutarco Elías Calles (Secretario de Gobernación) por un lado y por el otro Adolfo de La Huerta (Secretario de Hacienda; quien ya había sido presidente interino del 24/05/1920 al 1/12/1920) situación que fue decidida a favor de Calles, terminado el segundo huyendo del país en el exilio después de una infructuosa revuelta iniciada en diciembre de 1923.
A Francisco Villa se le veía como un operador potencial del Secretario de Hacienda Adolfo de la Huerta con quien (como presidente interino) había firmado los Acuerdos de Paz en Sabinas, Coahuila en junio de 1920.
La relación entre Álvaro Obregón y Luz Corral siempre fue buena, desde que ella intervino para evitar que en una visita (de varias que hizo el general sonorense a Chihuahua) Pancho Villa lo fusilara en septiembre de 1914, en virtud de las diferencias que ya existían entre el Centauro del Norte y Venustiano Carranza desde la toma de Zacatecas en junio de ese año.
El viaje de Obregón en ese tiempo a Chihuahua fue extremadamente peligroso e interpretado como un “viaje espía” para sopesar las fuerzas de la División del Norte que estaba en su mejor momento militar.
La “línea dura” del Villismo (Tomas Urbina, Manuel Banda y Rodolfo Fierro) presionaron para ello, pero la señora Luz Corral y los moderados villistas (Raúl Madero, Silvestre Terrazas) intervinieron para que eso no sucediera.
El general Obregón posteriormente (ya como presidente) la atendió en diversas ocasiones que la propia viuda de Villa señala en su libro (pp. 107; 247-266). Otros textos reconocen también este incidente (Luis Garfias: Verdad y Leyenda de Pancho Villa; Panorama Editorial, México, 1984, p. p.105-110)
También la relación entre Villa y Obregón fue buena entre diciembre de 1920 y 1923, no obstante a las grandes batallas de Celaya, León, la Trinidad, Aguascalientes en 1915 donde Villa fue derrotado (ya con los gringos en contra) pero Obregón pedio medio brazo derecho en Santa Ana del Conde. Incluso en Cantuillo Obregón le regaló a Villa dos ametralladoras.
El general duranguense siempre recibió el apoyo pactado en los Convenios de Sabinas y en Canutillo se negó más de una vez a participar en revueltas contra Obregón, según lo señala su asistente Francisco Gil Piñón (José de la O. Holguín; Villa en Canutillo, Editora Tiempo de Durango p. 143)
Villa fue enterrado al día siguiente (sábado 21 de julio) en el panteón de Dolores de la ciudad en una ceremonia modesta, sin los honores militares que hubiera querido (y se merecía).
En forma mezquina le fue negado por las autoridades el derecho a ser sepultado en el mausoleo que construyo en la ciudad de Chihuahua para él. Hoy sus restos descansan con justicia en el Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, gracias a las gestiones del ex presidente Luis Echeverría Álvarez. |